Vivir o sentirse vivo: entre lo nutritivo y lo delicioso (parte 2)
Segunda entrega del artículo sobre cómo aprendemos a comer y sobre las interferencias culturales y evolutivas que han hecho que comamos lo qué comemos y que comamos cómo comemos
Lo retomo donde lo dejé, pero esta vez solo para suscriptores. Si quieres leer la primera parte, aquí la tienes:
Pero la pregunta sigue siendo la misma. Nuestros antepasados, ¿buscaban que aquello que ingerían les supiera bien, que estuviera bueno? A menudo, para elegir uno u otro alimento, sus propiedades sensoriales son más importantes que su valor nutricional. Por el otro lado, la mayoría de los seres humanos, cuando llegamos a los 75 años hemos perdido dos tercios de las papilas gustativas que teníamos a los 30. Esa es la causa por la que la nuestros abuelos y nuestros padres cuando se hacen mayores, siempre se quejan de la comida de ahora no tiene el sabor que tenía cuando ellos eran niños. No se lo tengan en cuenta; a todos nos va a pasar lo mismo.
Una vez bajamos al suelo de la sabana, las frutas que podíamos comer, además de los frutos de los arbustos que quedaban a nuestro alcance, eran solo las que se habían caído de un árbol y que probablemente estaban muy maduras, y habían empezado a fermentar. Todos sabemos que las frutas contienen grandes cantidades de azúcar que cuando fermenta se convierte en alcohol. Seguro que los primeros homínidos no tenían ni idea, pero lo que sí tenían era un hambre canina y ganas de vivir, y como a ras de suelo, así de entrada, la comida era más difícil de conseguir que en los árboles -pronto descubrimos que se movía y que había que cazarla-, pues esas frutas caídas de los árboles nos parecían, literalmente, caídas del cielo.
Y así es como llegamos a la primera intoxicación etílica de la historia, al primer borracho y, claro, también a la primera resaca. La metabolización del alcohol se produce gracias a dos enzimas: alcohol deshidrogenasa (ADH) y aldehído deshidrogenasa (ALDH). Estas enzimas ayudan a romper la molécula de alcohol, lo que hace posible eliminarla del cuerpo. Primero, la ADH metaboliza el alcohol a acetaldehído, que ahora sabemos que es altamente tóxico y carcinógeno. Después, el acetaldehído se metaboliza a acetato, que a su vez se descompone en agua y dióxido de carbono, lo que facilita su eliminación.
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