Reflexiones de un gastrónomo angustiado

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Reflexiones de un gastrónomo angustiado
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Viejas y nuevas formas de ser perverso con la comida

Viejas y nuevas formas de ser perverso con la comida

La comida y el comer tienen una eficacia moral muy simple: que no nos maten. A partir de aquí, tener una relación perversa o no con los alimentos ya depende de cada cual.

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Albert Molins Renter
jul 13, 2025
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Reflexiones de un gastrónomo angustiado
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Viejas y nuevas formas de ser perverso con la comida
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Photo by Alejandro Salazar on Unsplash

La satisfacción de los deseos naturales y necesarios, un imperativo de lo epicúreo y el hedonismo, para muchos lleva a la exaltación ingenua del placer. Ya dije algo sobre el particular aquí. La frugalidad, el imperativo dietético de los cínicos -la escuela filosófica-, entendida como una nueva austeridad, hace un tiempo que saca la cabeza en el discurso gastronómico actual. Curiosamente, tanto los cínicos de entonces como los austeros de hoy, eran y son vegetarianos o veganos. Además, lógicamente, si los cínicos creen que hay que simplificar la alimentación, también piensan que hay que hacer lo propio con todos sus rituales, cosa que, en general, creo que muchos restaurantes ya han hecho, aguantando las rabietas de los amantes de las mesas vestidas, la cristalería de Bohemia y la cubertería de plata, bajo el riesgo constante de que los clientes la roben, cosa que sucede más veces de las que ustedes creerían.

Por cierto, los futuristas italianos, a los que las cosas del comer les ocuparon bastante tiempo, creían que decidir qué es bueno y qué no lo es en función de juicios individuales relativos al placer no es una atribución del individuo. Lo bueno es una decisión que toma en cuenta los intereses del grupo. Los nuevos apologetas de la frugalidad también creen que el placer individual se tiene que someter al interés general y que cosas como la sostenibilidad, el respeto por las condiciones laborales deben ser tenidos en cuenta y son más importantes que el disfrute de cuatro ricachones. Y no digo yo que no, pero el de la frugalidad y el hedonismo es un debate que, si me permiten, tendremos otro día, porque hoy quiero hablar de la relación perversa que a veces establecemos con la comida.

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Solo he querido mencionarlo para poner de manifiesto una cosa que ustedes ya saben -les pido disculpas- y es que todo vuelve, en gastronomía también. Ya ven, tenemos debates ahora que otros tuvieron en una ágora, hace más de 2.000 años. La prueba de que todo vuelve es la reaparición hace unos años del solomillo Wellington en las cartas de muchos restaurantes. Fue algo parecido a una maldición porque la mayoría eran bastante malos. Y es que es una receta que tiene su qué.

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