Pim, pam, pum, bocadillo de atún

Hace unos días que he sido víctima de mensajes de odio, gordofobia y bodyshaming en Instagram. Si dijera que no me ha afectado, mentiría, la verdad. Así que aquí van algunas reflexiones

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En general, las redes sociales son un pozo nauseabundo de hate (odio), sinrazón e irracionalidad. Yo tuve trifulcas varias, pero hace tiempo que decidí no entrar al trapo, por un lado, ni replicar a nadie —ni de buenas, ni malas maneras— cuando leo algo que creo que es una soberana estupidez o, simplemente, algo con lo que no estoy de acuerdo. Más que nada, porque no quiero ser el que inicie una cadena de ataques indiscriminados hacia alguien cuyo único pecado, quizás, sea el ser algo más ignorante que el resto de todos nosotros. Y sobre todo, porque nadie merece, según qué tipo de comentarios y mucho menos, de aquellos que se esconden bajo el seudónimo de muchomacho23.

Y también porque, aunque se tire del sentido del humor, de ironía y sarcasmo, uno nunca sabe cómo va a afectar a la psique del receptor, y la psicológica también es violencia y el psicológico también es maltrato. Y hay límites que conviene no traspasar nunca en la relación, sin importar el canal que usemos, con los demás.

Claro, con este percal y este ganado, la exposición en las redes sociales tiene estos riesgos, me dirán. Pues no debería ser así, como veremos más adelante. Tampoco creo que uno deba autocensurarse para ahorrarse problemas. Estoy muy harto de los meapilas que se ofenden por cualquier cosa.

Pues en estas me he visto estos días a consecuencia -iba a escribir por culpa, pero me niego a sentirme culpable de nada— de este reel en Instagram.