Reflexiones de un gastrónomo angustiado

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La marcha Radetzky

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Un año más no habrá habido uvas este 31 de diciembre. Solo mucha nostalgia y quizás hoy consiga no avergonzar a Riccardo Muti cuando dirija al público de la Musikverein

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Albert Molins Renter
dic 31, 2024
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Reflexiones de un gastrónomo angustiado
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La marcha Radetzky
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Cuando muchos de ustedes lean estas líneas, la Filarmónica de Viena ya habrá enardecido al respetable público -todo lo enardecido que puede estar un austríaco, claro- en la sala Dorada de la Sociedad Musical, la Musikverein de Viena, bajo la batuta -orquesta y audiencia- de Riccardo Muti, que según

Ignacio M. Giribet
es muy bueno. A mí, la música clásica, culta o díganle cómo quieran, me gusta mucho, pero entiendo lo justo -como de casi todo- para no parecer demasiado gañán. Así que si Ignacio dice que es bueno, lo será.

De este festival de lo «cursi-vintage», recuerdo los días que, cuando yo era chico, pasábamos en Viladrau, cada año desde Sant Esteve hasta el primer día del año. La noche anterior, como la que justo acabamos de dejar atrás, habíamos cenado estupendamente bien en el Hostal de la Gloria, pero nunca tan bien como todas las noches precedentes. Creo que ya se lo he contado en alguna ocasión, pero del mítico Hostal de la Gloria aún recuerdo esa verdura hervida que aparecía, sin faltar ni una sola vez, y especialmente sus mongetes blanques. No he vuelto a comer otras iguales. La noche de fin de año, Eudald, el propietario, el cocinero y padre de cuatro hijas -no se puede decir que no lo intentaran-, se ponía sofistificado, como decía él mismo, y atacaba solomillos a la broche y faisanes con uvas con mucha solvencia, pero nunca con la maestría de esas alubias.

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Yo era, ha quedado dicho, un criajo, y aunque esa noche se alargaba algo más, tampoco me iba a dormir muy tarde. O como mínimo, lo suficientemente temprano para que a la mañana siguiente, después del desayuno y antes de los saltos desde Garmisch-Partenkirchen, me plantara en la sala de televisión en el bar del Hostal de la Gloria para ver y escuchar el Concierto de Año Nuevo desde Viena. Siempre fui un niño rarito, al que interesaron más las cosas de adultos que las que me tocaban por mi edad. De joven, claro, fui un viejoven e igual de rarito. Y ahí sigo.

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