¿Gastronómico? La batalla ideológica por las palabras
Si dejamos que determinada gente y determinada forma de entender la cocina se apropie del adjetivo gastronómico, perderemos la batalla y solo será gastronómico aquello que algunos crean que lo es
«Las palabras pueden ser como pequeñas dosis de arsénico: te las tragas sin darte cuenta, parecen no tener efecto y después de un rato aparece el efecto tóxico».
Victor Klemperer
Los que la hayan visto, recordaran una escena de la película El club de los poetas muertos (The dead poets society, 1989), en la que el nuevo profesor de literatura, John Keating, interpretado por Robin Williams, hace leer a uno de sus alumnos el párrafo inicial de Entendiendo la poesía, el capítulo introductorio del libro de texto que se usa en el estricto colegio Welton.
Básicamente lo que lee el estudiante de Keating es un intento de reducir la apreciación de la poesía a la rima y la métrica, y de medir la bondad de un poema según el área resultante de colocar en una eje de coordenadas la perfección y en otro eje la importancia. Cuando, el alumno termina la lectura del prefacio, Keating suelta un elocuente: «Excremento. Eso es lo que pienso del señor Evans Pritchard (autor del infame libro de texto)», y obliga a toda la clase a arrancar esa hoja y, ya puestos, toda la introducción.
Keating no está dispuesto a que «un ejército de académicos» reduzca la poesía a una simple medida geométrica de lo estético. Es una guerra y sabe que «las bajas podrían ser las almas y los corazones» de sus alumnos, por usar sus propia palabras.
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