Cocinas secuestradas
Hay restaurantes que venden todas sus plazas a empresas que se encargan de comercializarlas con un sustancial incremento sobre lo que han pagado al restaurante. No debe ser ilegal, pero es poco ético
Ya hemos hablado de esto. El menú degustación ha secuestrado la posibilidad del cliente de elegir qué comer. Y los maridajes la de escoger qué beber. Pero estos resultan menos obligados en los restaurantes que sí imponen el menú único, así que empate en Las Gaunas. Cuesta más elegir qué se quiere comer que qué se quiere beber, pero como les decía, ya les he contado todo lo que tenía que decir al respecto. O casi todo.
El menú degustación, si es la única opción que se ofrece, representa múltiples y obvias ventajas para el restaurante. Tan obvias que tampoco me voy a extender demasiado. Resumiendo mucho, la gestión y el control de los estocs y por tanto del gasto en ese sentido, además de simplificar la producción y la mise en place. Pero con el menú degustación ha pasado otra cosa.
Puesto que solo ofrecen la posibilidad de un único menú, muchos propietarios han terminado por pensar que qué más da que los clientes lo paguen el día que acuden al restaurante o en el momento de hacer la reserva, y ya sí eso, el día que vengan que liquiden lo que hayan bebido y listos. Y por eso ya hace un tiempo que hay restaurantes que obligan a pagar la totalidad del menú el mismo día que se reserva. Aquí han ayudado dos cosas. Por un lado internet, que facilita los pagos seguros -o más o menos seguros- en línea y de otra, la caradura de algunos clientes muy aficionados a reservar y que después no se presentan, sin tan siquiera tener la buena educación de cancelar la reserva con el tiempo suficiente para que el restaurante pueda volver a ocupar la mesa que dejan vacante.
Esto último es en lo que la mayoría de restaurantes que aplican esta, digamos, política, se apoyan para defender su implementación. Se trata de una política defensiva porque ustedes los clientes son muy mala gente, nos dicen. Y nosotros que nos morimos de ganas de ir a ese y y a aquel otro restaurante, pues tragamos sin chistar. Tampoco es tan grave, pues al final acabaremos pagando lo mismo, así que… Pero todo es susceptible de empeorar.
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